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La Comedia Humana

Desesperación y crítica al capitalismo

Desesperación y crítica al capitalismo

"Siempre suspiramos por visiones de belleza, siempre soñamos mundos desconocidos." Máximo Gorki.

            Es bastante conocida la parte más mística y existencialista de Fiador Mijáilovich Dostoievski (1821 – 1881), pero me ha parecido que podría ser interesante tratar de destacar en este texto otro de los aspectos que aparecen en la obra de este importante escritor ruso, al que últimamente estoy tratando de conocer más. El aspecto que quería resaltar es la crítica al capitalismo explotador que se deriva de sus obras, y que influye en algunos aspectos de su pensamiento. Ya en sus primeras obras, especialmente en Pobre gente, Dostoievski destacó como un escritor humanista que denunciaba la situación de sectores más oprimidos del pueblo ruso, hecho que le llevó a acercarse al socialismo utópico y a participar en el Circulo Petrashevtsi, grupo de intelectuales radicales. Pero si hasta el momento su crítica se había limitado a eso, una simple crítica literaria realista, su posterior desarrollo, marcado por una vida llena de situaciones límites y trágicas[1], le encaminó hacia una posición mística y conservadora, marcada por la angustia existencial de no encontrar un sentido último al mundo, hecho que le llevará a abandonarse a la religión y a afirmar la necesidad de aceptar el sufrimiento. Este planteamiento, cada vez más alejado de proponer soluciones reales a las situaciones que describía,  fue duramente criticado por Máximo Gorki, que aunque heredero de esa misma tradición literaria rusa, supo plantear la necesidad de no rendirse a un quietismo marcado por el desespero, y plantar cara a la realidad tratando de cambiar la absurdidad del mundo.

            Aún así, me parece interesante analizar algunos elementos de crítica a los que le llevó esa angustia existencial, y su obsesión por la cuestión de la libertad humana, ya que, como la propia critica soviética advirtió (especialmente Lunacharski y el propio Gorki), no se puede ignorar la importancia de la denuncia de la situación de las clases sociales más oprimidas de la Rusia zarista que plantea, algo que han tratado de hacer una gran cantidad de filósofos burgueses.

            La convicción de que “Si Dios ha muerto todo esta permitido”, junto a la creencia de que no hay valores supremos y de que el mundo carece de un sentido último, llevó a Dostoievski a plantear diversas formas de existencia que se podían tomar ante esta situación, entre las que se puede encontrar, especialmente en una de ellas, una fuerte critica a la sociedad capitalista.

            La primera de las opciones es la de abandonarse a la “pura trasgresión nihilista”. El ser humano que ya no cree en las ficciones de la realidad decide desconectar de la realidad y concentrarse en afirmarse a sí mismo. Ese ser que abandona el rebaño nietzscheano decide darse él mismo los valores, decide crear otro tipo de existencia. Para Dostoievski, algo en lo que influirá en Sartre, este es el único ser humano realmente libre, aunque advierte que ese tipo de existencia lleva a vivir constantemente en el abismo, a vivir marcado por la angustia existencial. Yo además añadiría que puede llevar a un individualismo de carácter burgués, ya que el que sólo busca afirmarse a sí mismo, fácilmente, aunque desde luego no siempre, puede tender a olvidarse de los demás.

            La segunda de las opciones me parece la más interesante de observar como crítica, tal vez por lo común de esa opción. Esta opción consiste en renunciar a la libertad. El ser humano, que es libre, tiene miedo de su propia libertad, teme tener que decidir siendo el único responsable de sus acciones, y por eso decide refugiarse en patrones preestablecidos que decidan por él, perdiendo así la capacidad de decidir por uno mismo. Eso es algo que sucede cuando se cae en las tentaciones, que para Dostoievski son propias de la naturaleza humana. Estas tentaciones sin duda están inspiradas en las tres tentaciones a las que somete el Diablo a Jesús en el mito de la travesía del desierto, narrado en el libro de literatura fantástica titulado La Biblia. Esas tres tentaciones son “tener”, “hacer” y “poder”.

           La primera tentación que sirve como refugio es la del “tener”.  Los seres humanos prefieren limitarse a ser lo que tienen (tanto tienes, tanto vales), en vez de llevar una existencia propiamente genuina. Se refugian en los bienes que les aporta la sociedad, a los que son capaces de renunciar. Y convierten la necesidad de tener más y más bienes en una obsesión enfermiza, que les lleva a creer que solo podrán ser felices mediante la continua compra de bienes y panaceas. Es obvio el reflejo de la sociedad capitalista de consumo que plantea Dostoievski en esta alienación de la libertad. Sociedad obsesionada con los bienes y la propiedad hasta tal punto que todo parece girar en torno a eso, ya que hasta al hablar de libertad e igualdad los teóricos de ese sistema acaban defendiendo siempre la necesidad de la propiedad privada como base de todo. Pero también es obvio que esta salida no lleva a ningún lado, porque como anunció antaño Epicuro, y como reafirmo después Rousseau, el deseo de poseer nunca se satisface, contra más tengas más querrás, condenándote a una insatisfacción perpetua y a la cosificación.

         La segunda tentación consiste en el “hacer”. Esa obsesión por el “hacer” que sin duda es otro de los rasgos característicos de la sociedad capitalista, sociedad marcada por el paradigma del progreso y la productividad. Esa sociedad cegada por la “bondad” de la técnica necesita trasformar constantemente su entorno, pero no lo hace de cualquier forma, si no que, como anunciaron Herbert Marcuse y Jürgen Habermas[2], lo hace a través del dominio. Esta fe en el paradigma científico como el propio de “las sociedades civilizadas” que se da en las sociedades capitalistas avanzadas (llegando estas a legitimarse a partir del propio desarrollo de las fuerzas productivas), permite la implantación del tipo de acción instrumental en todos los ámbitos de la vida. Es decir, la relación de dominación ser humano-naturaleza se extiende a la sociedad, permitiendo a unos seres humanos someter a otros. Pero esta represión, este dominio político oculto que hay tras el paradigma científico, y esta imposición de una acción instrumental frente a otras, como una basada en la interacción, o acción comunicativa, pasan desapercibidos para la mayoría de la población, ya que se le hace creer que su bienestar, su comodidad, depende necesariamente de esta creciente productividad, y de la dominación de la naturaleza.

         La tercera tentación es la del poder, tentación a la que rara vez renuncia el ser humano. Y es que ¿cuantos no se venden por muchísimo menos que los reinos que ofrecía el Diablo a Jesús? ¿Cuántos no se refugian en el rebaño, en la comodidad de la sociedad, en el quietismo, en la seguridad tan solo por un poco de poder? Numerosos son los que han traicionado sus ideales, su moral, sus principios, su libertad, todo, por poder. Poder para él, o para ella, para los suyos, para su partido, para su sindicato, para su estado…

            Esas son las tentaciones en las que según Dostoievski cae el ser humano, tentaciones que no veo tan alejadas de la realidad aunque no comparta su pesimismo, y no crea en la naturaleza humana corrupta en la que él cree.

 

             La tercera y última de las alternativas para vivir que propone el autor ruso es la de olvidarse del propio “yo” para abandonarse al amor de los demás. Apostando por un modelo de vida alternativo uno decide entregarse a los demás, buscando salir de la angustia de la sociedad  a través de un ideal que promete una vida diferente. Aunque esta opción (que tomó el propio Dostoievski en su última etapa) se refiere principalmente a opciones como el patriotismo, el nacionalismo y la religión, muchos piensan que puede servir para acusar a los que creen en valores humanistas y en la necesidad de luchar por hacer una sociedad diferente.Yo no creo que esa acusación sea legítima, al menos para la mayoría de los casos. Es aplicable para los mártires, para los que sufren ese síndrome de “Maria Teresa de Calcuta” y se ocupan de los demás hasta tal punto de olvidarse de uno mismo, o a los que entregan su vida porque creen en ese absurdo invento que se llama estado. Pero este tipo de mártires tienden a ser generalmente del tipo que ya he dicho. El buen revolucionario, el que quiere cambiar el mundo, aunque sienta ese amor por los otros, nunca renuncia a su libertad. No renuncia a su “yo” para esta labor, si no que libremente lucha por sus ideales, porque sabe que es lo correcto, pero no porque quiera refugiarse en el amor a los otros. No es una huida, no es una renuncia a la libertad, si no una afirmación de la libertad, es un decir “Yo, libremente, quiero hacer un mundo mejor, porque se que es posible”. Enseñándole a Dostoievski, como ya hacían los personajes de Gorki, que rendirse a la desesperación en un mundo lleno de absurdidad, que asumir el sufrimiento en vez de combatirlo, es también una forma de renunciar a la libertad.



[1] Entre algunas de las situaciones las más destacables son: la muerte de su madre, que provocó el alcoholismo de su padre, un déspota al que dos años después mataron sus propios siervos. La marginalidad a la que le sometieron los círculos intelectuales de San Petersburgo, sus ataques epilépticos, las deudas por la ludopatía, y sobretodo la represión y las situaciones que sufrió tras ser detenido en una redada contra el Circulo Petrashevtsi, a los que acusaron de pretender atentar contra el Zar. Se le hizo creer que iba a ser fusilado hasta pocos segundos antes de disparar, para a continuación mandarle a una cárcel siberiana llena de corrupción, donde pasaría cinco años antes de ser obligado a servir en el ejército por varios años más .

[2] Especialmente en El hombre uni-dimensional Marcuse y en el ensayo Ciencia y técnica como “ideología” Habermas.

2 comentarios

kubricko -

Suscribo. Recomiendo la disgresión de "Crimen y castigo" sobre los hombres ordinarios y los hombres extraordinarios. Se pueden sacar muchas conclusiones interesantes.

Colibrí Lillith -

Lo malo de este blog es que todo lo que publicas ya lo hemos comentado en largas conversaciones mucho antes, jeje. Pero a Dostoievsky sabes que no lo conocía demasiado, así que este tema lo tenemos bastante nuevecito.

Buf, creo que será mejor que tome nota y esta tarde lo comentamos todo (si da tiempo xD) con un cafetito, porque hay mucho que decir :)

Así que en general, enhorabuena por el artículo, incluso las cosas raras que te hace el blogia en la forma han quedado bien, jeje.