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La Comedia Humana

El 93

El 93

“Imputar la revolución a los hombres es imputar la marea a las olas”. Víctor Hugo.

 

 

Bueno, como tenia ganas de poner algo, pero los exámenes me roban mucho tiempo, me limitare a poner unos fragmentos de un libro que me entretuvo mucho en su momento. El libro es El 93 de Víctor Hugo, y los fragmentos pertenecen al capítulo V: El calabozo del Libro séptimo: Feudalismo y revolución. Aunque sin duda en la obra se le notan a Víctor Hugo las influencias burguesas y religiosas de su contexto, es un libro que vale la pena leerse, sobretodo para quién este interesado en la Revolución Francesa, ya que el libro es capaz de situarte en la París revolucionaria, describiéndola con fantásticos detalles, a la ciudad y a algunos de sus personajes, como Robespierre o Marat.

Esta conversación en concreto se puede leer al margen del libro, ya que es como un aparte, y la he reducido un poco para que no sea tan larga. Tan solo habría que decir que los personajes que hablan son Cimourdain, un ex-cura y agente revolucionario al servicio de la Convención, de carácter duro y pragmático. Y Gauvain, antiguo discípulo de Cimourdain, y oficial del ejercito revolucionario, que si bien es implacable en el campo de batalla contra los monárquicos, su piedad hacia el enemigo, y sus tendencias idealistas son mirados con suspicacia por los “altos representantes” de la revolución. Y el tiempo en el que tiene lugar la conversación es en el año 93, en plena consolidación de una revolución que se enfrenta a los católicos monárquicos de la Bretaña.

 

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Terrible serenidad reinaba en el calabozo. Aquellos dos hombres empezaron un diálogo.

Gauvain decía:

 

            -Veo insinuarse importantes sucesos. Es misterioso lo que hace la Revolución en estos momentos; detrás de su obra visible hay otra invisible, la primera tapa la segunda. La obra visible es feroz, la invisible sublime. En este momento la distingo con claridad, y me parece hermosa. Como fue necesario aprovechar los materiales de lo pasado, ha tenido que venir el extraordinario año 93, en el que, con el andamio de la barbarie, se confecciona el templo de la civilización.

 

            -Sí –contestó Cimourdain-. De lo provisional saldrá lo definitivo; lo definitivo, esto es, el paralelismo del derecho y del deber, el impuesto proporcional y progresivo, el servicio militar obligatorio, la nivelación sin oscilaciones, y por encima de todos y de todo, esa línea recta que se llama la ley; la República de lo absoluto.

 

            -Yo prefiero –replicó Gauvain- la República de lo ideal. Se interrumpió un momento, y después continuó:

           

            -Entre lo que acabáis de decir, ¿dónde colocáis la adhesión, el sacrificio, la abnegación, el entrelazamiento de los afectados benévolos, el amor? Debe establecerse en todo el equilibrio, pero es mejor establecer en todo la armonía. Sobre la balanza debe ponerse la lira… Vuestra República mide, dulcifica y regula al hombre; la mía lo levanta hasta el firmamento; separa a una de otra la diferencia que hay entre un teorema y un águila.

 

            -Es porque tú te pierdes en las nubes.

 

            -Y vos en el cálculo.

 

            -Hay algo de soñado en la armonía.

 

            -También existe en el álgebra.

 

            -Quisiera que el hombre fuese como lo deseaba Euclides.

 

            -Yo lo prefiero como lo soñaba Homero.

 

La sonrisa severa de Cimourdain se fijó en Gauvain, como para contener el vuelo de su alma.

 

            -Eso es pura poesía: desconfiad de los poetas.

 

            -Recuerdo esa frase; desconfiad de la brisa, del rayo de luz, de los perfumes de las flores, de las constelaciones.

 

            -Nada de eso da de comer.

           

            -¿Qué sabéis de eso? La idea es asimismo un alimento: pensar es comer.

 

            -Dejémonos de abstracciones. La fórmula de la República es: dos y dos, cuatro. En cuanto doy a cada uno lo que le corresponde…

 

            -Os falta dar lo que no le corresponde.

 

            -¿Qué queréis decir?... ¿Qué representa eso?

 

            -La inmensa concesión recíproca que cada uno debe a todos, y que todos deben a cada uno, que es en lo que se basa la vida social.

 

            -Independientemente del derecho estricto, nada debe haber.

 

            -Pues hay mucho.

 

            -No veo más que la justicia.

 

            -Pues yo miro más arriba de ella.

 

            -¿Qué existe sobre la justicia?

 

            -La equidad.

 

            -Precisa tu pensamiento.

 

            -Lo precisaré. Queréis el servicio militar obligatorio; pero ¿contra quién?, contra los demás hombres. Pues bien; yo quiero que no haya servicio militar, yo quiero la paz. Queréis socorrer a los miserables; yo quiero suprimir la indigencia. Queréis impuesto proporcional; yo quiero que no haya impuesto, que se reduzcan los gastos comunes a su más mínima expresión, y que se paguen con el aumento de la producción social.

 

(...)

 

-Gauvain, baja a la tierra; debemos tratar de realizar únicamente lo posible.

 

            -Comenzad por no hacer lo imposible.

           

-Lo posible se realizará siempre.

           

            -No siempre. Si se manosea con fuerza, la utopía lo mata.

 

            -Es necesario, sin embargo, apoderarse de la utopía, imponerle el yugo de lo real y encerrarla en el cuadro de los hechos. La idea abstracta debe convertirse en idea concreta, y así lo que pierde en hermosura, lo gana en utilidad; es menos, pero es mejor. El derecho debe encarnarse en la ley; cuando el derecho se transforma en ley, es absoluto.

 

            -Lo posible es algo más que eso.

 

            -Ya vuelves a soñar.

 

            -Lo posible es un pájaro misterioso que revolotea continuamente por encima del hombre.

 

            -Es preciso, pues, cogerlo.

 

            -Sí, pero vivo.

(...)

 

Después añadió:

 

            -Entre nuestras dos utopías hay la diferencia de que vos queréis el cuartel obligatorio y yo quiero transformarlo en escuela; queréis que el hombre sea soldado, y yo deseo que sea ciudadano; le queréis terrible, yo reflexivo; fundáis la República en la espada y yo la fundo…

 

Se paró y luego dijo:

 

            -Yo establecería, si pudiera, una República de inteligencia.

 

            -¿Y hasta que llegue?

 

            -Lo que existe.

 

            -¿Absuelves el momento actual?

 

            -Sí.

 

            -¿Por qué?

 

            -Porque es una tempestad y la tempestad tiene su razón de ser. Si el rayo destruye alguna encina, en cambio purifica muchos bosques. La civilización sufría una peste y la libra de ella el viento de la tempestad. Quizá no escoge bien las víctimas, porque está encargado de barrer muchísimo; pero teniendo presentes los estragos que causan los miasmas, comprendo el furor del huracán: por lo demás, nada importa a la tempestad si soy dueño de la brújula, ni los acontecimientos si tengo limpia la conciencia.

 

(...)

 

-Quiero conseguir aquello de que carecen los hormigueros y las colmenas; esto es, monumentos, artes, poesía, héroes y genios. Vivir arrastrando cargas constantemente no es la ley del hombre: basta ya de parias, de esclavos y forzados. Quiero que cada uno de los atributos del hombre sea un signo de civilización y un signo de progreso; deseo la libertad ante el espíritu, la igualdad ante el corazón y la fraternidad ante el alma. Basta de yugos: el hombre fue creado, no para arrastrar cadenas, sino para desplegar las alas. No quiero que haya hombres-reptiles, quiero la transfiguración de la larva en lepidóptero y la transformación del gusano en flor viva que remonte el vuelo.

¡Estudia!

¡Estudia!

 

“El socialismo no es un problema de cuchillo y tenedor. Es un movimiento de cultura,
una grande y poderosa concepción del mundo
”. Rosa Luxemburgo.

 

 

 

 


Elogio del estudio

 

 

¡Estudia lo elemental! Para aquellos

 

 

cuya hora llegó

 

 

¡Nunca es demasiado tarde!

 

 

¡Estudia el «ABC»! No basta, ¡pero

 

 

estúdialo! ¡No te canses!

 

 

¡Empieza! ¡Es preciso saberlo todo!

 

 

¡Tú tienes que gobernar!

 

 

¡Estudia, hombre en el asilo!

 

 

¡Estudia, hombre en la cárcel!

 

 

¡Estudia, mujer en la cocina!

 

 

Anciano, ¡Estudia!

 

 

¡Tú tienes que gobernar!

 

 

No tienes casa, ¡ve a la escuela!

 

 

Muerto de frío, ¡adquiere conocimiento!

 

 

Tienes hambre, empuña un libro: ¡Es un arma!

 

 

¡Tú tienes que gobernar!

 

 

¡No tengas vergüenza de preguntar, compañero!

 

 

¡No te dejes convencer!

 

 

¡Compruébalo tú mismo!

 

 

El que no sabe por cuenta propia,

 

 

no sabe.

 

 

Controla tú la cuenta,

 

 

que la tienes que pagar.

 

 

Apunta con tu dedo sobre cada tema

 

 

y pregunta: «¿qué es esto?»

 

 

¡Tú tienes que gobernar!

 

 

 

Bertolt Brecht


 

 

Un poco de Bendetti

Un poco de Bendetti

Todavía 
 
No lo creo todavía   
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría


palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto


nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa


sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía


pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro


y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido


y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

Desesperación y crítica al capitalismo

Desesperación y crítica al capitalismo

"Siempre suspiramos por visiones de belleza, siempre soñamos mundos desconocidos." Máximo Gorki.

            Es bastante conocida la parte más mística y existencialista de Fiador Mijáilovich Dostoievski (1821 – 1881), pero me ha parecido que podría ser interesante tratar de destacar en este texto otro de los aspectos que aparecen en la obra de este importante escritor ruso, al que últimamente estoy tratando de conocer más. El aspecto que quería resaltar es la crítica al capitalismo explotador que se deriva de sus obras, y que influye en algunos aspectos de su pensamiento. Ya en sus primeras obras, especialmente en Pobre gente, Dostoievski destacó como un escritor humanista que denunciaba la situación de sectores más oprimidos del pueblo ruso, hecho que le llevó a acercarse al socialismo utópico y a participar en el Circulo Petrashevtsi, grupo de intelectuales radicales. Pero si hasta el momento su crítica se había limitado a eso, una simple crítica literaria realista, su posterior desarrollo, marcado por una vida llena de situaciones límites y trágicas[1], le encaminó hacia una posición mística y conservadora, marcada por la angustia existencial de no encontrar un sentido último al mundo, hecho que le llevará a abandonarse a la religión y a afirmar la necesidad de aceptar el sufrimiento. Este planteamiento, cada vez más alejado de proponer soluciones reales a las situaciones que describía,  fue duramente criticado por Máximo Gorki, que aunque heredero de esa misma tradición literaria rusa, supo plantear la necesidad de no rendirse a un quietismo marcado por el desespero, y plantar cara a la realidad tratando de cambiar la absurdidad del mundo.

            Aún así, me parece interesante analizar algunos elementos de crítica a los que le llevó esa angustia existencial, y su obsesión por la cuestión de la libertad humana, ya que, como la propia critica soviética advirtió (especialmente Lunacharski y el propio Gorki), no se puede ignorar la importancia de la denuncia de la situación de las clases sociales más oprimidas de la Rusia zarista que plantea, algo que han tratado de hacer una gran cantidad de filósofos burgueses.

            La convicción de que “Si Dios ha muerto todo esta permitido”, junto a la creencia de que no hay valores supremos y de que el mundo carece de un sentido último, llevó a Dostoievski a plantear diversas formas de existencia que se podían tomar ante esta situación, entre las que se puede encontrar, especialmente en una de ellas, una fuerte critica a la sociedad capitalista.

            La primera de las opciones es la de abandonarse a la “pura trasgresión nihilista”. El ser humano que ya no cree en las ficciones de la realidad decide desconectar de la realidad y concentrarse en afirmarse a sí mismo. Ese ser que abandona el rebaño nietzscheano decide darse él mismo los valores, decide crear otro tipo de existencia. Para Dostoievski, algo en lo que influirá en Sartre, este es el único ser humano realmente libre, aunque advierte que ese tipo de existencia lleva a vivir constantemente en el abismo, a vivir marcado por la angustia existencial. Yo además añadiría que puede llevar a un individualismo de carácter burgués, ya que el que sólo busca afirmarse a sí mismo, fácilmente, aunque desde luego no siempre, puede tender a olvidarse de los demás.

            La segunda de las opciones me parece la más interesante de observar como crítica, tal vez por lo común de esa opción. Esta opción consiste en renunciar a la libertad. El ser humano, que es libre, tiene miedo de su propia libertad, teme tener que decidir siendo el único responsable de sus acciones, y por eso decide refugiarse en patrones preestablecidos que decidan por él, perdiendo así la capacidad de decidir por uno mismo. Eso es algo que sucede cuando se cae en las tentaciones, que para Dostoievski son propias de la naturaleza humana. Estas tentaciones sin duda están inspiradas en las tres tentaciones a las que somete el Diablo a Jesús en el mito de la travesía del desierto, narrado en el libro de literatura fantástica titulado La Biblia. Esas tres tentaciones son “tener”, “hacer” y “poder”.

           La primera tentación que sirve como refugio es la del “tener”.  Los seres humanos prefieren limitarse a ser lo que tienen (tanto tienes, tanto vales), en vez de llevar una existencia propiamente genuina. Se refugian en los bienes que les aporta la sociedad, a los que son capaces de renunciar. Y convierten la necesidad de tener más y más bienes en una obsesión enfermiza, que les lleva a creer que solo podrán ser felices mediante la continua compra de bienes y panaceas. Es obvio el reflejo de la sociedad capitalista de consumo que plantea Dostoievski en esta alienación de la libertad. Sociedad obsesionada con los bienes y la propiedad hasta tal punto que todo parece girar en torno a eso, ya que hasta al hablar de libertad e igualdad los teóricos de ese sistema acaban defendiendo siempre la necesidad de la propiedad privada como base de todo. Pero también es obvio que esta salida no lleva a ningún lado, porque como anunció antaño Epicuro, y como reafirmo después Rousseau, el deseo de poseer nunca se satisface, contra más tengas más querrás, condenándote a una insatisfacción perpetua y a la cosificación.

         La segunda tentación consiste en el “hacer”. Esa obsesión por el “hacer” que sin duda es otro de los rasgos característicos de la sociedad capitalista, sociedad marcada por el paradigma del progreso y la productividad. Esa sociedad cegada por la “bondad” de la técnica necesita trasformar constantemente su entorno, pero no lo hace de cualquier forma, si no que, como anunciaron Herbert Marcuse y Jürgen Habermas[2], lo hace a través del dominio. Esta fe en el paradigma científico como el propio de “las sociedades civilizadas” que se da en las sociedades capitalistas avanzadas (llegando estas a legitimarse a partir del propio desarrollo de las fuerzas productivas), permite la implantación del tipo de acción instrumental en todos los ámbitos de la vida. Es decir, la relación de dominación ser humano-naturaleza se extiende a la sociedad, permitiendo a unos seres humanos someter a otros. Pero esta represión, este dominio político oculto que hay tras el paradigma científico, y esta imposición de una acción instrumental frente a otras, como una basada en la interacción, o acción comunicativa, pasan desapercibidos para la mayoría de la población, ya que se le hace creer que su bienestar, su comodidad, depende necesariamente de esta creciente productividad, y de la dominación de la naturaleza.

         La tercera tentación es la del poder, tentación a la que rara vez renuncia el ser humano. Y es que ¿cuantos no se venden por muchísimo menos que los reinos que ofrecía el Diablo a Jesús? ¿Cuántos no se refugian en el rebaño, en la comodidad de la sociedad, en el quietismo, en la seguridad tan solo por un poco de poder? Numerosos son los que han traicionado sus ideales, su moral, sus principios, su libertad, todo, por poder. Poder para él, o para ella, para los suyos, para su partido, para su sindicato, para su estado…

            Esas son las tentaciones en las que según Dostoievski cae el ser humano, tentaciones que no veo tan alejadas de la realidad aunque no comparta su pesimismo, y no crea en la naturaleza humana corrupta en la que él cree.

 

             La tercera y última de las alternativas para vivir que propone el autor ruso es la de olvidarse del propio “yo” para abandonarse al amor de los demás. Apostando por un modelo de vida alternativo uno decide entregarse a los demás, buscando salir de la angustia de la sociedad  a través de un ideal que promete una vida diferente. Aunque esta opción (que tomó el propio Dostoievski en su última etapa) se refiere principalmente a opciones como el patriotismo, el nacionalismo y la religión, muchos piensan que puede servir para acusar a los que creen en valores humanistas y en la necesidad de luchar por hacer una sociedad diferente.Yo no creo que esa acusación sea legítima, al menos para la mayoría de los casos. Es aplicable para los mártires, para los que sufren ese síndrome de “Maria Teresa de Calcuta” y se ocupan de los demás hasta tal punto de olvidarse de uno mismo, o a los que entregan su vida porque creen en ese absurdo invento que se llama estado. Pero este tipo de mártires tienden a ser generalmente del tipo que ya he dicho. El buen revolucionario, el que quiere cambiar el mundo, aunque sienta ese amor por los otros, nunca renuncia a su libertad. No renuncia a su “yo” para esta labor, si no que libremente lucha por sus ideales, porque sabe que es lo correcto, pero no porque quiera refugiarse en el amor a los otros. No es una huida, no es una renuncia a la libertad, si no una afirmación de la libertad, es un decir “Yo, libremente, quiero hacer un mundo mejor, porque se que es posible”. Enseñándole a Dostoievski, como ya hacían los personajes de Gorki, que rendirse a la desesperación en un mundo lleno de absurdidad, que asumir el sufrimiento en vez de combatirlo, es también una forma de renunciar a la libertad.



[1] Entre algunas de las situaciones las más destacables son: la muerte de su madre, que provocó el alcoholismo de su padre, un déspota al que dos años después mataron sus propios siervos. La marginalidad a la que le sometieron los círculos intelectuales de San Petersburgo, sus ataques epilépticos, las deudas por la ludopatía, y sobretodo la represión y las situaciones que sufrió tras ser detenido en una redada contra el Circulo Petrashevtsi, a los que acusaron de pretender atentar contra el Zar. Se le hizo creer que iba a ser fusilado hasta pocos segundos antes de disparar, para a continuación mandarle a una cárcel siberiana llena de corrupción, donde pasaría cinco años antes de ser obligado a servir en el ejército por varios años más .

[2] Especialmente en El hombre uni-dimensional Marcuse y en el ensayo Ciencia y técnica como “ideología” Habermas.

¡Imaginación al poder!

¡Imaginación al poder!

“Las fronteras de lo posible son mucho más amplias de lo que los dominantes nos pretenden hacer creer”.  Jean-Paul Sartre

         

      Son bastantes las cosas que se podrían criticar del mayo del 68 francés, sobre errores que se cometieron, o sobre cómo se han vendido al sistema algunos de los personajes más destacados del momento. Pero hoy quiero hablar de una de sus ideas más interesantes, ésa que se deriva de lemas que tanto se oían, y tanto aparecían en grafittis de la época, lemas como: “¡La imaginación al poder!”, “Todo es posible”, o esa frase que ya decía el Che “Sed realistas, ¡exigid lo imposible!”

 

      Y es que no es raro oír hoy en día cosas como: “es imposible cambiar el mundo”, “las cosas son como son, y no se podrán arreglar”, o “haga lo que se haga, como la gente es mala, la sociedad nunca irá bien, siempre habrá problemas”. Sin duda el capitalismo ha sabido usar muy bien los medios que le proporciona la ideología, y ha logrado difundir con éxito ideas como que el capitalismo es el fin de la historia, y que no se puede cambiar la situación actual. Pero la pregunta es ¿por qué no? ¿Acaso la sociedad no es nada más que un producto de la propia actividad humana? ¿Acaso no es cierto que esta sociedad es así como podría ser de otra forma? Porque, para l@s que no creemos que haya un deus ex machina que rija la sociedad, para l@s que creemos que la sociedad no es nada que esté radicalmente separado de las personas que la componen, no hay ninguna razón que pueda justificarnos a pensar que las cosas no pueden ser de otro modo.

 

      Ahí es donde juega un papel fundamental la imaginación. Ésta nos capacita para ser visionarios, para comprender que las cosas pueden ser mejor de lo que son, ya que no hay nada ajeno a la voluntad humana que lo impida. Y es que, como siempre repito, y ya deben estar cansad@s de oírme decir l@s que me conocen, ¿acaso si alguien le hubiera dicho a un siervo de la edad feudal que algún día, gracias a la lucha de los trabajadores, podrían votar a sus señores, este no le hubiera respondido que eso era imposible? A Marsilio de Padua, autor medieval con ciertas ideas de democracia, le debían llamar cosas parecidas a soñador, utópico o simplemente loco. Y, sin embargo, eso se ha conseguido, ¿por qué no ir más allá? ¿Por qué conformarnos con ser un@s sierv@s que eligen a sus señores, en vez de liberarse completamente de éstos para siempre?

     

      Grande es el poder de la imaginación, ya que nos permite ver lo que aún no es real, pero sin duda puede serlo, y así proponérnoslo como una guía, como una inspiración que nos ilumine hasta conseguir lo más parecido a esa idea, siendo concientes de que, una vez conseguido, aún podremos imaginar cosas cada vez mejores y luchar una vez más por conseguirlas. Por eso es importante dar rienda suelta a esa imaginación y no estancarse, plantear mundos nuevos y posibles formas de llegar a  ellos, y luego compartir esas visiones con otr@s para hacerles comprender que son una realidad posible, y que no se necesita a nadie más que a ell@s mism@s para hacerlo real, ya que todas las personas son constructoras de nuevos y mejores mundos en potencia. Por eso hay que despertar las conciencias y trabajar por estos cambios, porque lo imaginamos, pero no nos conformamos con imaginarlo, si no que sabemos que es posible, porque todo es posible.

Una esperanza de futuro

Una esperanza de futuro

"Para ir adelante de los demás, se necesita ver más que ellos" José Martí.

 

 

    He decidido escribir este texto sobre el MST (Movimiento de los Sin Tierra) después de comprobar que este movimiento es menos conocido de lo que creía. Por eso, y porque es un movimiento del que hay mucho que aprender y al que hay que apoyar en todas las formas que nos sean posibles, he pretendido hacer una presentación en varios de sus aspectos, como su organización, su historia o su formas de luchas. Tal vez me ha quedado más largo de lo que pretendía para una presentación, pero aún así he dejado muchas cosas sin contar, por lo que recomiendo a l@s que quieran saber más, acceder a fuentes completas de información, ya que es un movimiento que vale la pena conocer. Para hacer esta presentación he utilizado sobretodo datos de la página web oficial del propio MST, y de un documental titulado Los sin tierra, por los caminos de América, documental que se puede descargar en el emule y que aconsejo ver a tod@s l@s que quieran comprobar que otro mundo es posible, y que no es posible en un futuro, si no que se está creando en estos mismos momentos.

 

    La República Federal de Brasil es un país con un increíble potencial. Es el quinto país del mundo en extensión, tiene 160 millones de habitantes, posee la mayor superficie agrícola del planeta, una gran variedad y cantidad de recursos, fértiles tierras, la mayor reserva de agua del mundo, y es considerada la novena potencia económica mundial.

    Pero tras esa potencialidad se encuentra un país injusto, que es considerado por las Naciones Unidas el país con el peor reparto de tierras y una mayor desigualdad social. De hecho, en la novena potencia económica mundial, el 30% de la población vive con menos de un dólar al día, viviendo 40 millones de brasileños en el umbral de la pobreza absoluta. Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, los ingresos del 1% más rico de la población (13.9% del total) superan a los que corresponden al 50% más pobre (12.0%). Es decir, el 50% más rico se apropia del 88.0% del total de los ingresos.

    La tierra brasileña, se reparte entre unas pocas manos de latifundistas, perteneciendo el 50% de la tierra al 1% de la población. Y es, además, mal aprovechada, utilizándose poco más del 50% de las tierras cultivables (solo con repartir las tierras improductivas daría para todas las familias que no poseen tierras, y aún sobrarían). Siendo esto así, es incapaz de cubrir las necesidades de la numerosa población brasileña, ya que su productividad es muy baja y los latifundistas las destinan a productos de exportación en vez de a alimentos básicos.

    Todo eso, junto a las pésimas condiciones laborales de los trabajadores del campo brasileño, ha llevado a una situación insostenible, en la que existen 4,8 millones de familias de trabajadores rurales sin tierra, donde se ha fomentado el éxodo a las ciudades, (donde se ha incrementado la pobreza y se han multiplicado las fabelas[1]), y se han creado figuras como las del boyafria[2] y las del trabajador esclavo[3].

    Por todo eso, hoy más que nunca, es necesario llevar a cabo una reforma agraria en Brasil, pero los fazendeiros[4] se han opuesto a ella durante mucho tiempo, siendo apoyados por los diversos gobiernos y dictaduras de Brasil, aplastando todos los movimientos campesinos durante 500 años..

 

    En ese contexto, hace 20 años, y ante el incremento de las desigualdades y la pobreza causado por el desarrollo del capitalismo en la agricultura, nació un movimiento popular, el MST. A principios de 1980, y aún en plena dictadura militar, varias familias, expulsadas de diversas tierras, acamparon en una encrucijada rodeada de latifundios del Estado de Rió Grande do Sul, la encrucijada de Natalito. Estas familias exigían su derecho a una tierra donde vivir y donde trabajar. En las siguientes semanas, se fueron uniendo otras familias de Sin Tierra, llegando a formar una gran, pero pobre, ciudad. La CPT (Comisión Pastoral de la Tierra), un grupo recién creado por representantes de la Teología de la liberación[5], se unió a estas familias, apoyándolas y animándolas a unirse e organizarse.

    Para acabar con el campamento el gobierno dictatorial mandó al mayor Curió, experto en dirigir escuadrones de la muerte, y en aplastar movimientos campesinos. Pretendían expulsarlos a otra zona para deslocalizar el problema. Pero finalmente, y de forma totalmente pacífica, este movimiento popular resistió, hizo frente y venció esta represión. Este hecho fomentó la aparición de otros campamentos por todo el país, y propició, en 1984, una reunión de representantes de los campesinos de varias regiones, apoyada por la CPT, en el estado de Paraná. Nació allí oficialmente el MST. Nació teniendo en contra a la opinión pública, al gobierno, y a la prensa, pero, como dicen algunos de sus miembros, se hicieron fuertes bailando y cantando para no perder el ánimo y ser escuchados, ganándose el apoyo de varios sectores de la población.

 

    EL MST está formado por campesinos, moradores de fabelas y otros grupos marginales, que reivindican la tierra como una esperanza de futuro. Buscan un cambio social que acabe con la concentración de la tierra, quieren dejar de trabajar para otros y hacerlo para si mismos, y se proponen tres grandes objetivos: la tierra, la reforma agraria y la creación de una sociedad más justa. Pretenden que se expropien las grandes áreas pertenecientes a las multinacionales, y acabar con los latifundios improductivos, limitando el número de hectáreas para la propiedad rural. Defienden la autonomía de los indígenas, la democratización de los recursos, y luchan contra el asesinato de trabajadores rurales. Los objetivos generales de la propuesta de la Reforma Agraria del MST son los siguientes:

 

- Garantizar trabajo para todos, con justa distribución de la riqueza;
- Producir alimentación abundante, barata y de buena calidad para toda la población brasileña, generando seguridad alimentaría para toda la sociedad.
- Garantizar el bienestar social y la mejoría permanente de las condiciones de vida de todos los trabajadores;
- Buscar la justicia social y la igualdad de derechos;
- Difundir la práctica de los valores humanistas;
- Contribuir a crear condiciones objetivas para la eliminación de la discriminación de la mujer;
- Implantar prácticas que garanticen la preservación de los recursos naturales y de un desarrollo auto-sustentable.

 

    Para lograrlo proponen varias medidas concretas, como: la democratización de la tierra y de los medios de producción, la reorganización de la producción agrícola, el desarrollo de la industria (que atienda a los intereses de los trabajadores y consumidores), que se democratice el agua del norte del país (actualmente privatizada), la creación de un nuevo modelo tecnológico que respete la naturaleza y garantice la preservación de los recursos naturales, y un desarrollo social que asegure los derechos y el bienestar social de la ciudadanía.

 

    Para lograr todo esto se organizan de forma democrática y colectiva. Entre el MST no hay líderes, simplemente hay un colectivo que trabaja y va siempre hacia delante decidiendo de forma asamblearia. No están vinculados a ningún partido político ni a ninguna otra organización, y, de hecho, es curioso ver cómo los que más insisten en que el MST se convierta en un partido político son los propios fazendeiros y la derecha política. Algo que, por otra parte, es lógico, ya que así pretenden poderlos acusar ante una justicia complaciente (con la forma actual no se puede acusar a nadie, no hay sujeto jurídico), y acabar con el movimiento encauzándolos en una lucha política mercantilista, donde saben que la derecha les saca mucha ventaja. Además, esperan que, como partido, el MST pudiera desviarse de sus objetivos concretos y reales, alejándose de las prácticas y del campesinado que ahora lo forma, algo que ocurre más a menudo de lo deseable en partidos institucionalizados que tienden a llenarse de burócratas oportunistas.

    Pero no, el sistema organizativo del MST es colectivo y asambleario, como ya he dicho. Se organizan por comisiones de campesinos. La primera es la comisión de base, es la que se organiza en las comunidades rurales, y esta formada por núcleos de 10 o 15 familias asentadas en campamentos, éstas nunca tienen un único controlador. De ahí se pasa a las Comisiones de municipios, a las Comisiones Estatales y finalmente a la Comisión Coordinadora nacional. Todo eso sin cargos como los de presidente, secretario o tesorero. El órgano máximo es el Congreso Nacional, que se celebra cada 5 años, de forma independiente a los encuentros que se celebran cada año en los 23 estados donde esta presente de forma organizada el MST.

 

Para que sus miembros tengan voz propia, el MST dota a sus asentados de conocimientos, creando escuelas en los campamentos, en las que se pueden ver inspiradoras imágenes del Che. Actualmente, el movimiento tiene 3.900 educadores repartidos entre 1900 escuelas, con más de 200.000 alumnos de educación básica. Además, se han creado escuelas itinerantes y se ha llegado a acuerdos con universidades brasileñas para que validen los estudios. Se calcula que en los últimos años ya son más de 30.000 los adultos alfabetizados por el MST. Por todo eso, el movimiento ha recibido el premio UNICEF a la educación.


    Pero si algo es destacable del MST es su forma de lucha, una forma de lucha que puede parecer utópica, pero que, sin embargo, está resultando efectiva. El MST es un movimiento pacífico, que rechaza la violencia y se apoya en la solidaridad. Saben que, para lograr la reforma agraria, es más útil el apoyo del pueblo brasileño que no los fusiles, y por eso quieren llevarse bien con la sociedad.

    Sus formas de lucha son siempre masivas. Incluyen las manifestaciones en las calles, las huelgas de hambre, las concentraciones regionales, los campamentos, las ocupaciones de tierras y órganos públicos… Sus tres premisas básicas para llevar adelante la reforma son: organizar a los campesinos, concienciar a la sociedad de que la reforma agraria es una lucha de todos y desarrollar formas de presión popular para que el gobierno desencadene la reforma agraria.

    Según el artículo 184 de la constitución brasileña: cualquier finca que incumpla su función social será susceptible de ser expropiada para ser repartida entre las familias que lo necesiten. El artículo que establece cuando ocurre esto es el 186, que dice que, entre otras cosas, para que una finca no incumpla su función social debe respetar la legislación laboral, respetar la legislación medioambiental, asentar una productividad conforme a la productividad media de la región, y evitar que la tierra genere un conflicto social. El MST denuncia el incumplimiento de estos artículos, y actúa en consecuencia, no pudiendo ser acusados legalmente, ya que están amparados por la constitución del país.

    La forma en que llevan esto a cabo es la ocupación directa de las fincas. Al entrar en las fincas crean un hecho político, y, creado éste, llaman al gobierno y al latifundista para negociar, siempre dejando claro que ellos sólo quieren la tierra para trabajar. Al ocupar esta tierra se comprometen a no tocar nada de maquinaria ni herramientas, ya que ellos sólo quieren la tierra, y proponen a los funcionarios que trabajan en ella la posibilidad de unirse a su causa, ya que, al fin y al cabo, ellos también son trabajadores del campo. Este proceso de diálogo con el gobierno puede durar entre 6 meses y 3 años, aunque en algunos casos se ha llegado a esperar 10 años. Una vez conseguida la tierra, el trabajo se reparte entre los núcleos familiares, creándose equipos de educación, higiene, cultura, etc… Estas brigadas voluntarias son siempre dirigidas por un coordinador y una coordinadora. Una vez finalizado el trabajo, se sortea qué familias ocuparán esa tierra. Las no elegidas continuarán con su lucha en otro latifundio, las que se asienten comenzarán de nuevo el trabajo de base. Esto es lo que hace crecer el movimiento, esa propia iniciativa de las familias, que una vez ya asentadas, se dirigen a los barrios rurales y a las periferias de las ciudades para mantener reuniones con otras familias, informarles y acompañarlas a ocupar otros latifundios.

 

    Con esta lucha pacífica, el MST ha logrado mejorar la vida de millones de personas. Anualmente se están realizando una media de 380 ocupaciones de latifundios improductivos, en el 80% de los casos los jueces dictaminan la expropiación de la tierra. Se han ocupado 3.900 latifundios desde la creación del MST, un total de 22 millones de hectáreas que acogen a 450 mil familias. Son ya 5.000 los asentamientos repartidos por todo el país, y llega a 5 millones el número de personas que viven y trabajan en ellos. Estas personas reciben educación y sanidad, que ellos mismos organizan, ven reducirse la mortalidad infantil, y tienen una renta por capita casi 4 veces superior a la media brasileña.

    Además, el MST está desarrollando la producción en forma de cooperativas. Las cooperativas son un sistema socializado donde no se divide la tierra, si no que pertenece en su conjunto a la totalidad de familias asociadas. En ellas, todos los trabajadores ganan por igual, sin valorar más un puesto que otro. El producto de estas cooperativas da de comer a las familias, y se lleva a vender a mercados colocados directamente en la calle, o se vende directamente a casas particulares, sin la participación de intermediarios. Se vende a un precio más económico y accesible de lo que acostumbran a costar los alimentos, haciendo, por tanto, una función social, ya que más brasileños pueden acceder a alimentos. Estos asentamientos ya son responsables del 40% de la producción agrícola de Brasil, lo que demuestra la falsedad de las teorías capitalistas que consideran necesaria la dirección de los empresarios o latifundistas para una mejor productividad.

 

    Lamentablemente, estos crecientes logros han ido acompañados de una creciente represión. Los fazendeiros y capitalistas, que consideran un baluarte sagrado la propiedad privada, acusan de terroristas al pacífico MST, por lo que, mediante la contratación de pistoleros y el apoyo de algunas fuerzas gubernamentales, como la policía militar, se dedican a reprimir y asesinar a los trabajadores rurales que luchan por una vida más digna. Probablemente, el órgano más representativo de esta represión sea la UDR, organización política de latifundistas y fascistas que desde su nacimiento se oculta detrás de estas muertes. Organismos como Amnistía Internacional y la Comisión Pastoral de la Tierra denuncian estos hechos y redactan informes sobre la muerte de campesinos, las cuales se elevan a 1.600 asesinatos en los últimos 15 años. Pero, ni esta represión, ni el incumplimiento de las promesas de reforma agraria de Lula podrán parar esta lucha, porque la tierra debe ser para el que la trabaja, y cada vez hay más gente dispuesta a plantar cara al sistema capitalista hasta que eso llegue a ser una realidad y no sólo una frase.


[1] Zonas de marginación y pobreza en las ciudades brasileñas, formadas por barrios de barracas.

[2] Trabajadores sin tierra que vagan por los campos en busca de un trabajo temporal mal pagado y sin unas mínimas condiciones laborales. Se calcula que el 42% de la mano de obra del campo brasileño es de este tipo.

[3] Buscadores de mano de obra se dirigen a zonas marginales de las ciudades, y prometen grandes sumas de dinero a gente sin empleo, dejando incluso dinero a la familia en ese mismo momento. Cuando estos nuevos trabajadores del campo llegan a los latifundios descubren que tienen que trabajar un mes para devolver el dinero que se dejo a su familia, y que tienen que pagar por la comida que reciben, por la ropa, las tiendas, las herramientas… Se llega así a una situación en la que, por cada mes que trabajen, deben varios meses de sueldo, por lo que al acabar su trabajo en ese latifundio deben ir a otro de forma interminable para pagar esas imposibles e ilegales deudas, y siempre vigilados por hombres armados para que no escapen.

[4] Nombre que reciben los latifundistas brasileños.

[5] Movimiento cristiano que se opone al que llaman “Imperio de Roma”, y que, influenciado por el marxismo y otros movimientos de izquierdas, luchan por mejorar la situación de los trabajadores de Latinoamérica. Más información.

Autoreflexión sobre la ignorancia y el método

Autoreflexión sobre la ignorancia y el método

 "La manera como se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría." Karl Marx

          Recuerdo con diversión cuando al entrar en la universidad pensaba que allí me podría convertir en un gran sabio. Era inevitable supongo, se mezclaba la visión de unos sabios profesores que se me aparecían como titanes y de todo sabían mucho, con  la arrogancia que nos caracteriza a muchos jóvenes estudiantes de filosofía, que empezamos el estudio de la disciplina pensando que sólo mediante el estudio de ésta se puede lograr la verdad. Ahora, ya, cuando queda poco más de un año para acabar la carrera me río de lo ingenuo que era. Pues si es verdad que he aprendido mucho estos años, aún es más cierto que me han servido para ver cuan ignorante soy.

 

            Pero es esta ignorancia lo que más he aprendido a apreciar. Eso es así, porque, aunque ella es culpable de grandes frustraciones, también es la responsable de la poca sabiduría que haya logrado alcanzar. Es la culpable de frustraciones porque contra más aprendes, más inevitable es sentirse rodeado de una cantidad de conocimientos que nunca lograrás alcanzar. Te puedes esforzar mucho, pero sabes, que, en el fondo, todo lo que llegues a aprender no es más que una pequeña parte de todo lo que se puede saber. Y es que, ya lo dijo Sócrates “sólo sé que no se nada”, y aunque me separan siglos de diferencia de él, sólo puedo darle la razón.

 

            Pero, ante esto, no hay que deprimirse y rendirse al quietismo, pues si esa visión nos condena a darnos cuenta del gran vacío que acompaña a nuestro aprendizaje, también es la que me motiva a querer aprender más y más. Pues, que nunca pueda llegar a saber todo lo que puede saberse no significa que no deba tratar de ser tan sabio como pueda ser. Y si, por el contrario, estuviera libre de la sensación que produce esta ignorancia, y creyera que sé todo lo que hay que saber ¿Qué motivos podría tener para aprender más? El problema es que, como ya decía irónicamente Descartes al empezar su discurso del método, “No hay nada en el mundo tan bien repartido como la razón”, y es que mientras hoy en día prácticamente nadie está contento con su cuerpo (o su economía), casi todo el mundo está sobradamente feliz con su inteligencia, y cree tener siempre la razón. Pero no, está claro que quien se cree que sabe mucho se sitúa entre los más ignorantes de los mortales, ignorante, no por lo que no sabe, sino por lo que cree saber.

 

            Quede claro que con esto no pretendo darle la razón a un puro relativismo epistemológico, y decir que, puesto que todos somos muy ignorantes, nadie tiene más razón que otro. Porque, como decía Einstein, otro gran sabio ignorante, “todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Contra ese argumento relativista no veo mejor respuesta que la que ya dio Platón en su época. Si de verdad todo conocimiento y toda verdad fueran relativas, incluso esta opinión relativista lo sería, no aportando por tanto ninguna verdad, por la que no tiene ningún sentido siquiera formular tan argumento.

 

            Motivados por esta reflexión, charlaba hace pocos días con un buen profesor mientras tomábamos unas birras. Él me decía que, como consecuencia de todo eso, era muy difícil decidirse por un método de análisis, pero, en eso, no pude darle la razón. Creo que no sólo es posible tener un buen método de análisis, si no que es prácticamente inevitable, lo único es que mediante la asimilación de esa ignorancia hay que evitar caer en todo dogmatismo. Lo creo porque me parece obvio que todos tenemos nuestra cosmovisión del mundo, y, como consecuencia, solemos tener un método de reflexión sobre el mismo. Cierto es que puede que haya personas que no lo tengan, pero, para eso, primero tenemos que ser muy conscientes que habitualmente tendemos a ver las cosas mediante la utilización de un método de análisis, y, de eso, la mayoría de la gente ni siquiera es consciente. Esa gran mayoría de personas que no son conscientes, utilizan normalmente métodos utilitaristas propios de la sociedad capitalista. Y atribuyen una lógica al capitalismo que no es tal, considerando que las cosas son tal como han de ser, y que no pueden ser de otra forma.

 

            Yo, por mi parte, ya hace años que encontré el método marxista, y como desde entonces no ha hecho más que afirmarme su utilidad, mostrándome las cosas tal como son, y no como aparentan ser, ha pasado a formar parte de mi estructura de pensamiento. La grandeza de este método es la amplitud de su validez, y es que, no sólo mostraba la sociedad tal como era en tiempos de Marx, si no que es capaz de mostrarla tal como es ahora. Es un método abierto y dinámico, que está en continuo desarrollo, y que, por tanto, es capaz de actualizarse y aplicarse a cada nueva situación histórica, así como a diferentes contextos políticos y sociales. Puede, por tanto, aplicarse a nuevos problemas que van apareciendo, y es que, aunque la mayor parte de los problemas estructurales que ya denunciaba Marx en su época, siguen presentes, también es cierto que ahora somos conscientes de nuevos problemas, y de nuevas situaciones que Marx apenas empezaba a entrever, porque es indudable que los tiempos han cambiado. Sé que muchos se empeñan en decir que esa metodología es cosa del pasado, pero eso se debe principalmente a dos causas.

 

            La primera es obvia, los intereses. Es un método peligroso para la sociedad actual, pues puede mostrar sus contradicciones y proponer un cambio. Por eso, los defensores del capitalismo, en sus muchas formas (desde neoliberales hasta reformistas vendidos al sistema), se empeñan en decir que este método ha muerto. Para eso tiendan a identificar toda la metodología marxista, al igual que el resto de conocimientos y pautas de acción que forman el pensamiento marxista,  con procesos históricos como el de la Unión Soviética. Y dicen, por tanto, que, como ésta cayó, el método marxista no funciona. Sin duda, ese reduccionismo es completamente absurdo, pues deja de banda una gran cantidad de motivos que contribuyeron al fracaso de ese proyecto, gran parte de los cuales, desde luego, no proceden del interior del marxismo, si no de las acciones que tomaron contra él. Eso no quiere decir que no sea consciente de que en ese proyecto se cometieron gran cantidad de errores, lo que quiero decir es que eso fue solamente una aplicación y una interpretación del marxismo a una situación concreta, que se tuvo que adaptar y enfrentar a multitud de problemas internos y externos que no son inherentes al marxismo. El problema es que esa visión a menudo es reforzada por la segunda causa que comentaba.

 

            Esa segunda causa no proviene del capitalismo, si no del interior del propio pensamiento marxista. I es que algunos marxistas cometen el mismo error que intentan difundir los capitalistas. Identifican la totalidad del método marxista con determinadas actuaciones y procesos históricos, o bien piensan que de este se deriva una única forma de actuación, y que es siempre la misma. Como consecuencia de esto, intentan repetir comportamientos realizados por marxistas que vivían en otra época histórica, y en otro contexto geográfico y social. Estoy seguro de que algunos de esos métodos aún funcionan, al menos en determinados lugares del mundo, pero tratar de aplicar el método siempre de la misma forma es como tratar de encajar la llave de tu antigua casa en la nueva, porque si en aquella funcionó, para ésta también debe servir. Y eso lo digo sin ni tan siquiera entrar en la diferenciación de lo que es pensamiento marxista, y lo que simplemente es actuación política, pues considero que este pensamiento siempre va ligado a la praxis, aunque ésta pueda variar según la situación. Y es que ya me lo dijo una vez un buen camarada: “El método marxista es abierto por definición, y sólo así puede existir. Acusar al marxismo de ser cerrado es estúpido, pues un marxismo cerrado ya no es marxismo, si no un simple dogmatismo de personas que se autoproclaman marxistas.”

 

            Por todo eso, y porque creo que antes de transformar la sociedad hay que saber cómo es la sociedad que queremos cambiar, y cómo es la sociedad a la que queremos llegar. Creo que es de gran importancia protegerse de todo dogmatismo, y estudiar las mejores formas de aplicar nuestros métodos, en mi caso, el marxista, al estudio de la sociedad. Porque, aunque sea muy ignorante, de lo que estoy seguro es de que esta sociedad se puede cambiar.

El culto al Dios Dinero

El culto al Dios Dinero

 

"La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas." Karl Marx.

“El trabajo del hombre y de la naturaleza, el producto de los cepos, los árboles, deben ser destruidos para que se mantengan los precios: Se lanzan cargamentos de naranjas en cualquier lugar. (…) ¿Porqué comprar naranjas a 20 centavos la docena si solo hace falta ir con el coche y cogerlas sin pagar nada? Entonces hombres armados con mangueras de regar vierten petróleo sobre montones de naranjas (…). Un millón de hambrientos tienen necesidad de fruta y se riegan con petróleo las montañas doradas. Y el olor a podrido invade la comarca.

Se quema el café en las calderas. Se quema el maíz para calentar-se. Se lanzan las patatas al río i se ponen guardias en las riveras para impedir que los pobres las repesquen. Se matan los cerdos y se entierran. (…).

Y los niños con pelagra tienen que morir para que cada naranja dé beneficios. La consternación se lee en las miradas, y la cólera comienza a lucir en los ojos de aquellos que tienen hambre. En los ánimos de la gente, las uvas de la ira se inflan y maduran, anunciando las próximas vendimias.”

John Steinbeck, Las uvas de la ira.

 

El horror que siento al leer estos fragmentos sólo se puede definir con una palabra: capitalismo. Las uvas de la ira es una novela que se sitúa en los Estados Unidos de los años 20, más concretamente en el 29, en plena crisis agraria y económica, el famoso crack del 29.

La novela, inspirada en situaciones reales, describe una situación realmente cruda, que ejemplifica muy bien las contradicciones propias del capitalismo. Mientras la gente muere por desnutrición, el gobierno se dedica a destruir los alimentos para que éstos suban de precio. Y es que el problema de esta sociedad capitalista es que el fin último es siempre el mismo: el dinero. Se eleva el valor abstracto del dinero al nivel de un Dios todopoderoso (“todo lo puede el dinero” suelen decir), acabando por convertir a las personas en simples vasallos de un Dios que ellos mismos han inventado. Unos dependen de él para poder conseguir lo que originariamente les daba la propia naturaleza, como alimento o refugio. Y otros lo adoran y lo necesitan, como un fin en si mismo, tal vez porque creen que, como Ente Todopoderoso, les dará la felicidad, o les hará personas mejores y más completas.

Sus fieles devotos procuran que nada escape a este Ser Todopoderoso. Ni siquiera la ciencia, buscadora de verdades, y a menudo planteada como opuesta a las religiones, puede escapar de este culto. Tal vez en una sociedad más humanista el fin de la ciencia fuera el bienestar de las personas, pero, en esta sociedad capitalista, el fin es ese Ente Omnipotente y Omnipresente. Mientras algunos investigadores médicos hacen peripecias para investigar, sin apenas presupuesto, una vacuna contra la malaria o el sida, la financiación médica se destina a desarrollar productos de adelgazamiento o crecepelos. Tal vez sería más fácil mostrar a esas personas que pueden hacer deporte, o que son bellas tal como son, y destinar ese dinero a las vacunas. Pero ese Dios que es el Dinero lo impide, porque los enfermos de esas vacunas son pobres, son tercermundistas, son paganos del Dinero. En cambio, los fieles devotos occidentales están dispuestos a participar de este culto para hacerse, lo que ellos consideran, mejores personas, aunque sea de forma artificial.

Este Dios ha acabado por estar presente en todas las facetas de la vida. Rige tu alimentación, tu educación, tu salud, tu trabajo, e incluso gran parte de tus relaciones sociales. Este Dios tiene sus apóstoles, defensores de la fe que escriben libros sagrados, como San Adam Smith. Este Dios ofrece una promesa de salvación, te promete la felicidad con su sola presencia, se te dice “a más Dinero, más felicidad”. Te aseguran que si lo sigues podrás lograr el Paraíso. "Quizá ahora eres pobre, pero puedes llegar a ser rico: todo el mundo puede" recita su mensaje. Y, cómo no, este culto al Señor Dinero tiene sus pastores, responsables de guiar al rebaño por el buen camino del Señor. Responsables de Estados y organizaciones que ellos mismos han creado, cuyo único fin es asegurar que todo se base en su Dios y en los parámetros de su religión. Nada debe escapar a su control, el fin siempre debe ser el mismo: el Capital, la Riqueza, el Dinero, distintos nombres relacionados con una misma idea abstracta que hay que adorar.

Pero algún día esta religión desaparecerá. Y los pastores verán cómo sus rebaños les abandonan, cómo pierden la fe y como buscan nuevas formas de organizar la vida sin rendir culto a este ser. Porque este ser, al fin y al cabo, no es más que un concepto, y eso es algo que no se debe olvidar nunca.